Cuando pasamos por la pérdida de una relación, de un ciclo laboral o la pérdida de un ser querido, es una frase usual con la que nos invitan a dejar atrás apegos, soltar amarras y ver el presente e incluso anhelar el futuro ¿te resulta familiar el término? ¿Alguna vez te han dicho “da vuelta a la página”? A mí sí, y no siempre ha sido fácil.
En este tiempo mucho se escribe en relación con pérdida de seres queridos, y de muchas maneras creo que hemos experimentado la muerte de alguien o de algo, esos duelos sobrecogedores que llegan ante la aparición de lo inevitable, sumado al significado que hemos aprendido a dar a las pérdidas de lo que amamos o nos importa.
¿Qué sentido le das a tu vida? Hoy en día, ¿cuál es tu propósito de vivir y cómo vives?, ¿cómo te relacionas con tus afectos?, ¿cómo convives? Lo que das y lo que recibes ¿es lo que te permite vivir con una emocionalidad y armonía, acorde a tu valor como persona y al de quien o quienes interactúan contigo? Pienso que son preguntas muy poderosas e importantes de reflexionar, pues los vínculos afectivos sanos resultan maravillosos, el problema surge cuando establecemos ataduras.
Depender emocionalmente del otro o de algo, dar sentido a nuestros días en función de la presencia o de la sensación de que alguien me pertenece o le pertenezco, es esa línea tan delgada que va envolviendo el hacer y estar, e incluso el sentir, si se encuentra conmigo lo que considero es el motivo de todo mi bienestar ¿y qué pasa con mi personal proceso de vivir, de realizar o tener lo que también me provoca vida, gozo, aprendizaje, plenitud? Porque la vida no se circunscribe a lo que se haga o tenga en un solo espacio.
Por eso es tan importante respondernos ¿soy feliz con lo que hago? ¿estoy logrando aprender, alcanzar, construir, lo que anhelo? ¿mis días los vivo con libertad, equilibrio, sin miedos o cargas? ¿elijo las decisiones, asumo consecuencias? O, por el contrario, actúo conforme a la aprobación que pueda recibir de alguien o huyendo del control y la crítica que en ciertos escenarios han sido el pan de cada día.
Y justo aquí viene, desde mi perspectiva, otro punto digno de ser tomado en cuenta y es lo que puede provocarme miedo, culpa, frustración, en la cercanía de lo que no ha sido posible colocar en el espacio de una convivencia armónica, feliz y plena, porque no cumplo con las expectativas o no cumplen con las mías y entonces la cotidianidad se convierte en campos de batalla y no de realización compartida.
No quiere decir que no hay puntos de vistas distintos, elecciones distintas, momentos incómodos o desacuerdos que requieren ser hablados y llegar a entendimientos, a mediar en aspectos que resultan valiosos para una interacción más plena.
Cuando logramos entendernos y vivir siendo en esencia lo que cada uno es, sin la presión de ser y comportarme de acuerdo con lo que me condicionan para “quererme o aceptarme”, entonces el proceso se vuelve auténtico y libre.
Es una realidad que en ambientes donde se vive con confianza, en armonía, solidariamente en reciprocidad y feliz, es lindo estar y permanecer desde una elección libre y sana.
Ahora bien, cuando las condiciones de convivencia son tóxicas y han violentado los límites del respeto y la integridad, debemos pensar si en verdad es donde queremos, debemos y merecemos estar, sin embargo, este es un tema que merece un tratamiento especial y profundo. Lo que podemos preguntarnos es qué pasa si sucede esto último ¿por qué me afano en permanecer allí? ¿por qué me duele el soltar una relación que mas bien me destruye y aniquila o permito que suceda?
El temor por soltar puede venir del apego, del miedo a lo que vendrá, del ego que busca ganar, de creencias que limitan el atreverse a cambiar. La aceptación de que las cosas no son como yo quiero o lo imaginé, representa un duelo, sufrir la pérdida de lo que ya no es y quizá tampoco lo fue, aunque imaginé que sí, o simplemente dejó de ser. Nos han vendido la idea del “siempre”.
Se dice que la práctica del desapego es el arte de soltar, y que para ello la aceptación es un ingrediente primordial. Aceptar que hay nuevos comienzos, que muchas veces se me ha demandado tener herramientas para iniciar de nuevo y lo he podido hacer, que me he levantado con mayores capacidades, que he tenido que aprender en el camino, que cuento con los recursos para enfrentar mejor el presente porque seguramente cuento con más sabiduría. Soltar no es perder, dejar ir es reconocer que alguien, o algo, ha sido parte de mi historia mas no de mi destino.
Recuerda la leyenda de Nan In, uno de los Maestros más reconocidos de Zen durante la era Meiji, en Japón, y la taza de té ofrecida a un invitado especial, en la cual se dice que mientras la servía, la llenó y derramó, su huésped se lo hizo saber y la respuesta del maestro fue “como esperas saber del Zen si estás lleno de especulaciones y opiniones”.
A veces estamos llenos de ideas, vínculos, historias, momentos, personas, objetos, experiencias y está bien, solo se trata de aprender a ser feliz con uno mismo, ser un adulto sano y esto es no “atar” o controlar a alguien, ni aceptar ser “atado” es dar libertad y brindárnosla. Y tú ¿qué tienes que soltar? ¿qué o a quién valdrá dejar ir para comenzar a encontrarnos nuevamente con nuestros propios y valiosos recursos?
“Si te das cuenta de que todas las cosas cambian, no hay nada a lo que tratarás de aferrarte”. Lao-Tse
Recuerda, mi propósito al invitarte a responder cada pregunta es que tu empoderamiento personal se fortalezca a partir de que tomes consciencia de tu identidad y propósito de vida.
¡Hasta muy pronto!
Ana María Nájera
Compartiendo e impulsando transiciones
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