Sentir que hemos sido ofendidos, heridos, engañados, etc., provoca quizá ira, enfado, rabia, dolor, decepción y se van amalgamando capas de resentimientos que nos restan libertad. Y peor aun cuando estos sentimientos van hacia nosotros mismos con aderezos de culpa ¡qué duros resultamos contra nuestra propia integridad! Desvirtuamos de tal forma nuestro aprecio personal que atentamos en opiniones y palabras inmerecidas, reprochándonos por algo ¿y cuál es nuestra ganancia? Opino que ninguna ¿te has preguntado el maravilloso sentido del perdón?

Leyendo a Daniel Champan, refiere algo con lo que coincido “la serenidad no puede consolidarse si el espacio interior está ocupado por sentimientos destructivos que combinan el dolor de haber sido agraviados y ver que la felicidad se aleja cada vez más”. También se reducen la objetividad de nuestros pensamientos, la cercanía con otras personas al extenderse el rencor que nos invade.
Si por unos momentos recordaras ¿con quiénes te has enojado al punto de no dirigirles más la palabra? ¿a quiénes tienes cerca y no toleras ni ver o escuchar que hablan? Bien valdría la pena revisar desde dónde ha nacido tu aversión o coraje ¿en realidad es una cuestión de traición, agresión, violencia, maltrato? Que son comportamientos inaceptables. O viene de un enfado movido por la inseguridad, decepción, o hasta envidia, porque las cosas no resultaron conforme a lo planeado, por rumores y entendimientos tóxicos, etc.
El coraje, resentimiento, odio, aversión, no daña tanto a quien lo recibe como a la persona que lo siente. Se sabe que cuando una persona almacena todos estos sentimientos se provoca alteraciones digestivas, en el sueño y en el carácter, taquicardias, pérdida de energía, depresión, etc. Y nada vale tanto en esta vida como nuestra salud física y mental, nuestra armonía interior.
Cada uno de nosotros tiene una idea del perdón y quizá hasta se mueven ciertas sensaciones cuando escuchamos la palabra o de aplicarlo se trata ¿Qué provoca en ti este concepto? Quizá una condición de limitación, de obligación por justificar conductas, o de dejar atrás el pasado, dejar pasar lo desagradable y ser libre para vivir con mayor paz, felicidad, libertad de apegos o de control.
Nos encontramos en escenarios familiares y laborales en donde quizá están saliendo a relucir enojos, odios, comportamientos compulsivos, hábitos y actitudes, que están provocando fuertes repercusiones y hasta represalias, y peor si ya existía un antecedente de resentimientos de antaño. Seguramente hemos pasado por experiencias donde hemos sentido decepción por el comportamiento de un familiar, de un amigo. O hemos sentido que los que hemos fallado somos nosotros y albergamos alguna sensación de culpa y enojo con nuestro proceder. Nuestro lenguaje verbal y no verbal manifiesta nuestro sentir, nos alejamos o ya no conservamos la misma sensación afectiva. Te has preguntado si lo que procedería es pedir perdón y si es así ¿cómo te sientes ante esa posibilidad?
Las personas que se pierden en la rabia, el rencor, la culpa y la vergüenza se estancan emocionalmente, hay un efecto negativo y se refleja en niveles de estrés y en la salud ¿vale la pena? Las aflicciones y los desafíos de convivir en un entorno hostil son desgastantes y contribuyen negativamente en nuestro día a día.
En estas breves líneas se trata de la consideración a nuestra cotidianidad. Para perdonar hace falta solamente una persona; para la reconciliación se necesitan dos. Hay una clara distinción en ello. No se trata ahora si me reconcilio con alguien. Se trata de vivir en uno mismo esta experiencia enriquecedora, liberadora, que nos permite vivir más ligeros, soltando amarras, porque el perdón es un acto voluntario, es una elección, es decidir dejar atrás el resentimiento, la ira, la amargura, la culpa y toda aquella emoción que enferme.
¿Qué intentas para dejar de sentir rabia, impotencia, coraje? ¿Haces ejercicio, colocas otros pensamientos en tu cabeza, meditas, sales al mundo y sigues con tu vida? Porque es indispensable reconocer lo que sentimos y actuar en consecuencia para salir del estado que nos provoca malestar y alcanzar otro nivel de sensaciones que nos sean más agradables y benéficas.
Robin Casarjian, en su libro “Perdonar” cita una frase que me parece maravillosa “perdonarse a uno mismo es un proceso, es un sendero por donde se viaja, no un estado permanente al que se llega”.
Este tema es muy amplio y con muchas aristas. Personas que lastiman y hieren con intención, conductas dañinas que marcan la vida para siempre y cuyas consecuencias son de proporción mayúscula, merecen atención aparte.
A ti ¿qué beneficios te parece que también tiene el perdonar? Hoy, es una de las virtudes más valiosas que será maravilloso poner en práctica, hacia nosotros y para con los demás.
Recuerda, mi propósito al invitarte a responder cada pregunta es que tu empoderamiento personal se fortalezca a partir de que tomes consciencia de tu identidad y propósito de vida.
¡Hasta muy pronto!
Ana María Nájera
Compartiendo e impulsando transiciones
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