Mantener una mente serena, ecuánime, mientras hay un estado de presión, es una cualidad que se desarrolla a través de perseverar en el manejo de actitudes y pensamientos.
Hoy, de forma especial, reparé en esta frase: “Debido a que todos compartimos este planeta Tierra, tenemos que aprender a vivir en armonía y en paz unos con los otros y con la naturaleza. Esto no es sólo un sueño, sino una necesidad”. Lo escribió Dalai Lama, y estoy totalmente de acuerdo. Solo que, antes de lograrlo con los demás, debe aprenderse a vivir en armonía y en paz con uno mismo. La gran pregunta es ¿y cómo? Considero que parte de aprender a tener más seguridad y confianza, y esto no es mágico, no es decreto y lleva un proceso al que podemos impulsar.
Mantener una mente serena, en calma, ecuánime, mientras hay un estado de presión, o una crisis, es una cualidad que se desarrolla a través de perseverar en el manejo de actitudes, valores, habilidades y pensamientos que favorezcan la confianza en que las situaciones pasan, nuevas circunstancias se presentan y nada permanece igual. Hay un dicho tibetano que menciona algo como que “la tragedia debe ser utilizada como una fuente de fortaleza”. En la vida de todo ser es inevitable vivir experiencias desafiantes y estas, finalmente, van construyendo la templanza.
Antes de plantearte algunas preguntas es importante insistir en el valor de la persona, en ese valor que cada uno posee a partir de su calidad humana, su bien hacer, ser y tener, y que a veces se olvida porque nos empezamos a llenar de esas capas y máscaras atiborradas de creencias por lo que otros dicen que NO somos y ese parloteo constante que calla el escucharnos a nosotros mismos, o buscando parecernos al “molde o estereotipo” que es calificado con aceptación y esperado por los demás. Te has percatado de ¿cuándo fue la última vez que te detuviste a observar hacia tu interior, a conectar con tus sentimientos y pensamientos más profundos, a recordar quién eres y cuáles son tus capacidades?, ¿tienes ubicado lo que te gusta o desagrada de las situaciones?
Está presente, ahora mismo, la oportunidad de recordar dos experiencias o momentos desafiantes de cambio, que hayas vivido en el pasado: ¿Cómo te sentías entonces?, ¿qué pasaba por tu mente?, ¿qué te imaginabas que iba a suceder? Ante esas circunstancias ¿qué hiciste?, ¿cómo aplicaste tus conocimientos?, ¿con qué herramientas y recursos contabas?, ¿buscaste apoyo?, ¿qué sucedió realmente? Hoy, mirando hacia atrás, habiendo salido de esas condiciones del momento; ¿rescatas tus aprendizajes, tus experiencias?, ¿cuáles dirías que fueron tus principales características personales, tus valores, competencias que te ayudaron a avanzar, a salir adelante?, ¿qué agradecerías de lo vivido y para qué te sirvió?, ¿qué lecciones aprendidas resaltas?
Construye ese listado que se desprende de responder cada pregunta, y que te permita sentir y analizar lo que había entonces en ti y cómo tu crecimiento personal ha sido una línea que te ha traído hasta el día de hoy y responde para ti: ¿Quién eres y con qué recursos, capacidades y conocimientos cuentas ahora? Y es justo, frente a este nivel de consciencia de ti mismo, con lo que inicia tu posibilidad de responder ante los cambios vertiginosos, como por ejemplo los de este momento, de la mejor forma y con el mayor equilibrio posible.
En los meses recientes he hablado mucho del valor del empoderamiento, ese que viene desde nuestro interior, el que nos otorgamos a nosotros mismos, con la plena seguridad de nuestra propia valía, esa que refuerzo a partir de la autoexploración. Y la posibilidad de conservarse sereno, crece con este ejercicio; recuerdo quién soy, qué poseo, con qué y con quién cuento, por cuáles experiencias ya he transitado y qué valor me otorgo por lo que sé de mí mismo. A veces dejamos de estar en contacto con nuestro interior y sin darnos cuenta vamos disminuyendo nuestra identidad con nuestra esencia.
La serenidad y el equilibrio personal, emocional, espiritual se tejen con hilos de sabiduría, gratitud y de una confianza integral; en uno mismo, en otros, en la vida y en algo superior que sostiene, alienta y acompaña. Si en este momento, en el albor de este nuevo mes, tomamos una imagen con una visión sistémica de nuestro entorno, sabemos que el ámbito familiar y social, más todos los existentes, están desafiados; por tanto, la mejor forma de salir adelante es conservando la calma, el equilibrio, la ecuanimidad, acompañado por supuesto de una buena dosis de sentido del humor, sin duda el camino que estamos transitando será mucho más enriquecedor. Aquí me viene a la mente Dalai Lama, citando: “Si un problema se puede arreglar, entonces no hay necesidad de preocuparse. Si no se puede, entonces de nada sirve preocuparse. No existe ningún beneficio en preocuparse”.
Y lo anterior, no significa que es irracional pensar con objetividad respecto de las circunstancias, o que hay que desentenderse, por el contrario, es momento de continuar. A lo que te invito, a partir de una buena dosis de consciencia y autovaloración, es que tomes como referente las enseñanzas de filósofos, pensadores, personajes de tu aprecio e incluso, tus propias lecciones aprendidas. En este momento pienso en Viktor Frankl, y resalto una de sus grandes aportaciones “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
¡Hasta muy pronto!
Ana María Nájera
Compartiendo e impulsando transiciones
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