El estrés ante la incertidumbre presenta un gran desafío, ¿qué te has planteado?, ¿cómo deseas avanzar a partir de este momento?, ¿cuál es tu propósito de vida?, ¿cómo deseas vivir?
Probablemente esta es una de las frases más comunes que escuchamos cuando un acontecimiento parece estar marcando un punto de inflexión, cuando sucede algo que trasciende de tal forma que podría decirse, con precisión, en qué momento se dio ese “sin retorno”. No creo que sea muy rápido decir que este es uno de esos momentos en la historia de la humanidad, mucho se está escribiendo y diciendo al respecto y ¿qué te dices tú? Porque este punto de inflexión del que hablo toca todos los escenarios en que se mueve el hombre; el social, laboral, económico, personal y privado, y hasta en lo intelectual y tecnológico, comercial, etc. Me parece que no hay aún respuestas concisas y únicas, pero sí sabemos que los cambios drásticos se presentan inevitables.
Los meses anteriores, e incluso en días pasados, dábamos mucho espacio al tema de los riesgos psicosociales en el ámbito laboral y sin duda este es un momento que, para colaboradores en todos los niveles organizacionales; desde los trabajadores hasta los directivos, emprendedores, dueños y accionistas, las condiciones estresantes son diarias, la incertidumbre es atroz y esto es serio y debe cuidarse. El cuerpo no conoce ni le importa qué es lo que le causó el estrés, lo único que sabe es sentirlo. Y si bien este no es el único factor de riesgo psicosocial, sí es un aspecto de corresponsabilidad y de enfoque multifactorial.
Doc Childre y Howard Martin, comparten que “el estrés es la respuesta del cuerpo y la mente ante toda presión que rompa su equilibrio normal. Ocurre cuando nuestra percepción de los hechos no coincide con nuestras expectativas y no podemos manejar nuestra reacción ante la desilusión y por lo tanto hay resistencia, tensión, angustia o frustración, lo que rompe nuestro equilibrio fisiológico y psicológico y nos saca de sintonía”. A mayor cantidad de estrés el cuerpo entero se va resintiendo, debilitando hasta llegar a una pérdida de equilibrio y encontrarnos en una situación incapacitante. Esto es real y no deseable.
Cuando nos orientan a mantener un cuerpo saludable a través de una alimentación ordenada, dormir suficiente, meditar, practicar ejercicio, manejar nuestros pensamientos con un enfoque positivo, tiene mucho valor porque aplicarnos en ello impacta tenaz e integralmente a nuestro diario vivir. Cuidar la brecha que hay entre lo que ambicionamos y es factible alcanzar, entre lo que podemos gastar y realmente gastamos, es también mantenernos emocionalmente sin sobrecargas.
Lograr todo ello no es cuestión de un momento o de algo intermitente, es aprender a adquirir hábitos que implican disciplina, esfuerzo, constancia y grados quizá de sacrificio a aquello que deleita, aunque no nos haga bien, sin embargo, cuando viene la recompensa de manejar mejor la presión, de sentir un mayor estado de equilibrio y armonía, física y mental, el esfuerzo habrá valido la pena.
Estos meses, y particularmente estas últimas semanas, han traído la oportunidad de reflexionar y caer en cuenta, confirmar ideas o proponerse algo diferente. La presión, el estrés ante la incertidumbre, las condiciones de inestabilidad y desinformación presentan un gran desafío. Desde los distintos roles que te corresponden como; padre o madre, hijo o hija, en el trabajo, en la pareja, en la familia, en tu profesión, en fin, ¿qué te has planteado?, ¿cómo deseas avanzar a partir de analizarte más y de analizar más tu entorno?, ¿cuál es tu propósito de vida?, ¿cómo deseas vivir o lo has deseado?
El interés de plantear una serie de preguntas es disparar la posibilidad de tomar una hoja y pluma y darte un tiempo profundo para ti, para reflexionar, sentir y tomar consciencia. No en todos los casos hay certeza de nuestro próximo tiempo, incluso me puedo atrever a decir que no la hay, salvo que nuestro estado emocional tiene que estar mejor manejado para enfrentar el presente y el futuro. Y quiero plantear dos perspectivas, pues muy seguramente ya nos hemos dicho que, desde ahora, nada es igual.
Primera perspectiva; un enfoque organizacional. Independientemente de la forma de trabajar, sin personal somos nada y con personal mal administrado tampoco somos lo suficiente. Y ya sea por comportamientos o por procesos, por gestión o recursos, estamos causando en muchos casos un fuerte deterioro en la gente, al punto de que la falta de productividad, el costo de operación, el ausentismo, los accidentes de trabajo, etc., son evidentes. Vale preguntarse ¿cómo estoy manejando mi empresa, equipo de trabajo, estrategias de negocio al interior y exterior de la organización?, y todo esto ¿cómo deberé comenzar a manejarlo a partir de este nuevo orden de cosas?, ¿qué depende de mí y qué depende del entorno? En esta perspectiva es el factor organizacional el que debe asumir una gran parte del compromiso de cambio.
Segunda perspectiva; un enfoque como individuo. Por costumbre, desconocimiento, desmotivación, interacción, falta de encuadre, interés, capacitación, compromiso, falta de hábitos, un sistema de creencias arraigado, inseguridad, etc., he dejado de involucrarme en mi desarrollo, en mi crecimiento e interacción con mi entorno, no pongo en práctica una comunicación asertiva, no he desarrollado aún ciertas habilidades, mis actitudes tienden a ser poco colaborativas, mi visión de las cosas es pesimista. Y aquí te pregunto, ¿cómo deseas comenzar a manejar tu proceso de mejora personal?, ¿cuáles son tus fortalezas y debilidades en tus actitudes, valores, habilidades?, ¿qué quieres hacer para manejar un sistema de creencias más favorable y enriquecedor para tu interacción personal? En esta perspectiva es el propio individuo quien debe asumir una gran parte del compromiso de cambio.
Te invito a que todas las preguntas las respondas, las analices en un ejercicio pretendidamente objetivo, y lo más imparcial posible, y que puedas darte cuenta de aquello que depende de una gestión organizacional y de aquello que estaría directamente relacionado con la respuesta que demos como individuos con madurez emocional; asertivos ante los acontecimientos externos, flexibles y adaptables y capaces de transformar nuestro entorno o a nosotros mismos.
Mi opinión es que ambas perspectivas se conjuntan. En este nuevo panorama y sus predecibles consecuencias: incertidumbre constante, desempleo, reestructuraciones, nuevas formas de trabajo, seguiremos recibiendo vientos de transformación y desafíos. El estrés es inevitable y su manejo una responsabilidad compartida cuando de organización y colaborador estamos hablando. Hoy, se debe liderar tanto la estrategia de negocio como la función humana, por lo tanto, la atención a las interacciones personales, al comportamiento organizacional y al ejercicio de liderazgo, resultará primordial.
¡Hasta muy pronto!
Ana María Nájera
Compartiendo e impulsando transiciones
Como anillo al dedo, gracias por la melodía de su narrativa, sutil y firme a la vez Sabio mensaje para volver a re direcciones el objetivo. Gracias por ello!!